03 mayo 2017

Kathmandú


Descubrir Kathmandú a pelo, con la ilusión de quien recorre tierras lejanas con el objetivo de conquistar horizontes inalcanzables puede ser peligroso.

La capital de Nepal te marcará de una u otra manera dependiendo de si ya has conocido capitales asiáticas con anterioridad o de si es tu primera incursión en esas tierras.

En mi caso, mi realidad estaba englobada en el segundo grupo, era la primera vez que pisaba Asia y además con un objetivo muy concreto y definido, alcanzar el Santuario del Campo Base de los Annapurnas.

Más de uno pensará… criatura, ¡¿dónde te metes?!, es lo que hay :)

Cuando la vida te da oportunidades queda feo rechazarlas, es casi insultante no liarte la manta a la cabeza y lanzarte en busca de la aventura con los ojos cerrados.

Mi primer contacto con Kathmandú fue un ‘dar un vuelco a la realidad’.

Fue ruido.
Fue desorden.
Fue caos.
Fue estar metida en una realidad alternativa que no había escogido.

Kathmandú es desorden ordenado.
Kathmandú son bocinas de coches que se dirigen a ti desde todos los ángulos posibles.
Kathmandú son calles sin aceras donde resguardarte.
Kathmandú es religión por cada poro de la ciudad.

Si hubiese podido, hubiese evitado el contacto con la ciudad.

No, no me gustó.

Mi objetivo distaba mucho de ese galimatías de vehículos, gente, culturas y temporalidad.

Mi meta estaba arriba, mucho más arriba...

Siempre,
Analema

P.D.: para afirmar que algo no te gusta, tienes que darle una oportunidad... Kathmandú, tachado de la lista de 'pendientes'

Kathmandú

2 comentarios:

Nuria dijo...

Pues ahora voy a tener que seguir leyendo... andaqueeeee 😊

Analema dijo...

Más vale tarde que nunca!! :DD

Que para las noches de insomnio va genial!! ;-)

Besotes darling!!
Analema