15 septiembre 2015

El Paraíso del piso de arriba

No, no somos adivinos, ni tan siquiera podemos llegar a imaginar lo que el futuro puede estar preparándonos.

Y en esas que preparas tus vacaciones con ilusión, cuadras horarios para poder hacer el mayor número de cosas posibles... tu objetivo es desconectar, o disfrutar, o conocer gente y lugares distintos… qué más da…

El anhelo está reflejado en esa idea… en que sean unos días que puedas recordar con una sonrisa durante toda la vida.

Y si tienes suerte, mucha suerte, lo que ocurre es que se te gira tu mundo del revés.

Y ahí es cuando aparece ese pequeño país a caballo entre franceses y españoles, que consigue que tus prioridades cambien, que tus ideas se descoloquen, que tengas ganas de más, que no sea suficiente, que ansíes con ganas la próxima oportunidad de reencuentro.

Sobre todo cuando te venden el espectáculo que contemplas con la posibilidad de nuevos enfoques, colores diferentes, paisajes cambiantes… ¡quieres más¡ ¡lo quieres todo¡ en todas sus versiones, en todas su esencias, con todos sus colores y sus olores, sus temperaturas, sus texturas… es como si no fuera posible acabárselo jamás… ¿habrá final para el paraíso del piso de arriba?

El amor que sientes por tu tierra, por tu entorno, por tu realidad, se ve, sin pretenderlo, luchando por el pódium de tu corazón cuando las imágenes que tu retina capta durante las vacaciones siguen siendo reales, aún cuando ya estás de vuelta.

Amor, ¿amor a primera vista? Sí!! ¿porqué no?

Cuando consigues imposibles, cuando generas endorfinas para parar un tren, cuando sonríes sin que nadie te moleste, cuando contemplas compartiendo, cuando desearías parar el tiempo pero este transcurre sin molestar…
La montaña ciega.
La montaña enamora.
La montaña encandila.
La montaña te atrapa.
La montaña te regala imágenes indescriptibles e irrepetibles.

¿cualquier montaña?, ¿cualquier mar?

Todos tenemos nuestras preferencias, nuestros lugares privilegiados y secretos que afortunadamente, son fácilmente ampliables si les damos la oportunidad de llegar a nosotros.

Lo más curioso es que, aún cuando eres capaz tu sólo de enamorarte sin remedio de un trozo de paraíso, si te ayudan ya puede ser el súmmum.

Podríamos haber admirado a la bruna pirenaica, pero no le habríamos puesto nombre, habríamos contemplado la ‘tora blava’ sin saber de su historia y utilidades, nos hubiera sorprendido los colores de la ‘amanita muscaria’ sin relacionarla quizá con lo prohibido y definitivamente, ya jamás olvidaremos que la ‘Sierra de Guara’ está en Huesca.

Gracias por la oportunidad, por los tesoros que has permitido que compartamos contigo, por tu buen hacer, por la compañía y complicidad… gracias Andorra, gracias Encamp.

Continuará mi relación contigo, continuará… 

Siempre,
Analema