No, no somos adivinos, ni tan siquiera
podemos llegar a imaginar lo que el futuro puede estar preparándonos.
Y en esas que preparas tus vacaciones con
ilusión, cuadras horarios para poder hacer el mayor número de cosas posibles... tu objetivo es desconectar, o disfrutar, o conocer gente y lugares distintos…
qué más da…
El anhelo está reflejado en esa idea… en
que sean unos días que puedas recordar con una sonrisa durante toda la vida.
Y si tienes suerte, mucha suerte, lo que
ocurre es que se te gira tu mundo del revés.
Y ahí es cuando aparece ese pequeño país
a caballo entre franceses y españoles, que consigue que tus prioridades
cambien, que tus ideas se descoloquen, que tengas ganas de más, que no sea
suficiente, que ansíes con ganas la próxima oportunidad de reencuentro.
Sobre todo cuando te venden el
espectáculo que contemplas con la posibilidad de nuevos enfoques, colores
diferentes, paisajes cambiantes… ¡quieres más¡ ¡lo quieres todo¡ en todas sus
versiones, en todas su esencias, con todos sus colores y sus olores, sus temperaturas,
sus texturas… es como si no fuera posible acabárselo jamás… ¿habrá final para
el paraíso del piso de arriba?
El amor que sientes por tu tierra, por tu
entorno, por tu realidad, se ve, sin pretenderlo, luchando por el pódium de tu
corazón cuando las imágenes que tu retina capta durante las vacaciones siguen
siendo reales, aún cuando ya estás de vuelta.
Amor, ¿amor a primera vista? Sí!! ¿porqué
no?
Cuando consigues imposibles, cuando
generas endorfinas para parar un tren, cuando sonríes sin que nadie te moleste,
cuando contemplas compartiendo, cuando desearías parar el tiempo pero este
transcurre sin molestar…
La montaña ciega.
La montaña enamora.
La montaña encandila.
La montaña te atrapa.
La montaña te regala imágenes
indescriptibles e irrepetibles.
¿cualquier montaña?, ¿cualquier mar?
Todos tenemos nuestras preferencias,
nuestros lugares privilegiados y secretos que afortunadamente, son fácilmente
ampliables si les damos la oportunidad de llegar a nosotros.
Lo más curioso es que, aún cuando eres
capaz tu sólo de enamorarte sin remedio de un trozo de paraíso, si te ayudan ya
puede ser el súmmum.
Podríamos haber admirado a la bruna
pirenaica, pero no le habríamos puesto nombre, habríamos contemplado la ‘tora
blava’ sin saber de su historia y utilidades, nos hubiera sorprendido los
colores de la ‘amanita muscaria’ sin relacionarla quizá con lo prohibido y definitivamente,
ya jamás olvidaremos que la ‘Sierra de Guara’ está en Huesca.
Gracias por la oportunidad, por los
tesoros que has permitido que compartamos contigo, por tu buen hacer, por la
compañía y complicidad… gracias Andorra, gracias Encamp.
Continuará mi relación contigo, continuará…
Siempre,
Analema
1 comentario:
Uno/a SOMOS la montaña. Cojamos aire para una inmersión de altura.
JV
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