Tus límites no existen.
Si crees que existen, solo tienes que trabajar para que dejen de ser reales.
Eso, o que la realidad te plasme en todas las narices que no eres tan magnificiente ni tan todopoderoso como siempre habías creído.
Continuamente nos venimos arriba, intentamos una y otra vez, afrontar hechos y situaciones que creemos difíciles o imposibles.
Y los superamos.
Y queremos más.
E intentamos más.
Y conseguimos más.
Hasta que un día, las circunstancias, los errores, las zancadillas o las decisiones ajenas, te tumban.
Y te planteas si realmente habrás encontrado tu techo.
Si eso será lo primero que no podrás conseguir.
Si ese será tu límite.
Y agachas la cabeza.
Y piensas.
Y te cuestionas tus bases, tus creencias... tus motivos y tus porqués.
Y es cuando quizá te replantees todo.
Cuando veas el mundo con los ojos de otros.
Cuando entiendas o cuestiones la forma de proceder de los demás.
Y en tu decisión está la de aceptar esa nueva realidad o la de adaptarte para seguir disfrutándola, o directamente cambiar de objetivo y dejar por imposible lo que únicamente en una ocasión no pudiste conseguir.
Y con tus decisiones ya tomadas, el mundo seguirá girando.
Y con tus cambios ya implementados, volverás a disfrutar.
Volverás a sonreír y a ser tú.
Siempre,
Analema
Siempre,
Analema
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