Hay ocasiones en que el día
amanece de forma espectacular y acaba de forma magistral.
Hay días en que avanzan las
horas y desconoces totalmente la sorpresa que te aguarda al final del día.
Hay momentos en que no puedes evitar sonreír, en que te entran unas ganas enormes de abrazar.
Hay instantes que se te quedarán
grabados en la memoria hasta que exhales tu último aliento.
Y es que hay momentos mágicos
que creas, que preparas, que construyes con todo el cariño y la delicadeza de
que eres capaz.
Pero también hay situaciones que
te desbordan, que no avisan que van a llegar, que te embargan, que simplemente…
pasan.
Y así fue, ni más ni menos,
cuando sin querer, pero queriendo, simplemente, pasó.
Más de una década hemos tardado
en poder acortar distancias.
Y sin programarlo, fue en un
lugar especial, en uno de esos lugares que nos ‘unía’.
Y fue de una forma totalmente
inesperada… con un ‘pasea conmigo por la playa’ y con un ‘te veo en una hora’,
sin más.
¿Querer es poder?
Hay veces en que no sabes que
quieres, pero tu ser quiere por encima de todo.
Hay ocasiones en que finalmente,
simplemente, te rindes.
Hay momentos mágicos que ahora
sabes que no cambiarías por nada del mundo.
¿Una vida programada y a golpe
de agenda?
¡No!
¡Improvisemos!
Disfrutemos de todo lo
maravilloso que la vida nos ofrece, de lo que sin pretenderlo, creamos… porque las cosas no pasan porque tienen que pasar, no, pasan porque
nosotros queremos que pasen, aunque sea en lo más hondo de nuestra alma y no
hayamos identificado todavía esa necesidad latente.
Y tenía que pasar, tenía que
llegar el momento en que estuviéramos face to face, en que pudiéramos mirarnos
a los ojos y recordar todo lo que años atrás habíamos compartido.
Esa complicidad que no tienes
con cualquiera y que luchas para que no desaparezca, estaba ahí, ¡era eral!
Fuiste mi mejor regalo de Navidad
en mucho tiempo J
Gracias por tu tiempo, tu
cariño, tu simpatía, tu ser tú, tu no estar incómodo ante alguien que no habías visto jamás, gracias por hacerlo sencillo, ameno, como si fuéramos dos desconocidos
que se conocen desde hace mucho y que necesitaban esos minutos un 31 de
diciembre a pie de playa.
Gracias por echarme la bronca
cuando era necesario.
Gracias por haber escuchado
cuando tenía algo que contarte.
Gracias por haber confiado en mi
cuando simplemente, lo necesitabas.
Gracias por compartir conmigo
penas y desdichas varias.
Simplemente, gracias por formar
parte de mi vida.
Prométeme que no tardaremos diez
años más en volver a vernos… seamos más proactivos, a pesar de nuestras
diversas y variadas vidas, consigamos encontrar un hueco para coincidir y
compartir, ¿te apetece?
Abrazo enorme, de esos que crean
endorfinas a mogollón.
Siempre,
Analema